antonioPJ
Mensajes : 523 Fecha de inscripción : 30/05/2015
| Tema: EL DIARIO DEL ESCRIBA: El Encuentro con El Maestro, el HIJO DE DIOS Lun Nov 23, 2015 1:12 pm | |
| Pregunta:
Si he entendido bien, quieres decir que todos los seres humanos somos almas inmortales, que el Padre de todas las almas es el HIJO DE DIOS y que por su Voluntad Suprema, crece el Universo para nacer a la Eternidad, donde nos espera un largo camino que recorrer, para recuperar al final del camino, nuestra condición original de Espíritus.
También dices que todo esto, y mucho más, podemos confirmarlo con sólo llegar al fondo de nosotros mismos, para descubrir nuestras almas vaciándonos de Amor y Saber en el prójimo, aprendiendo a dar de nosotros mismos.
Sin embargo, algunos lectores no dejan de preguntarse cómo sabes esas cosas vedadas al común de los mortales y piensan que tu sabiduría ha de ser producto de una revelación extraordinaria.
Respuesta:
No vería razón para negarlo si así hubiera sido y están sus propias almas para probarlo, pues tan sólo les separa de ellas su propia mente, su razón, su creencia, su superstición. Mi sabiduría no es una revelación del HIJO DE DIOS, sino que ha sido mi propia sabiduría quien me ha llevado a descubrirle a Él y descubrirme a mí mismo en ÉL.
Descubrir que soy un alma, no ha sido el resultado de nada parecido a una revelación o un golpe de suerte sino el resultado de mi propio discernimiento persiguiendo, tan sólo, la Verdad a cada paso. Encontré la verdad que es el alma, después de andar durante años obligando a mi razón a dar un paso más detrás de la Verdad. He alcanzado la conciencia de mi alma a base de profundizar en mí mismo, buscando respuestas a la perfección que encierran todas las formas de vida, observando que todas siguen en su desarrollo la misma Ley, comprendiendo y comprobando en mí mismo la única Ley, obligando a mi razón a seguirla por mi propia voluntad. Ha sido cumpliendo la Ley a cada paso, entregando mi energía y mi tiempo a la verdad y a la necesidad, como he ido viendo más y comprendido mayor verdad.
Lo que yo sé es lo que yo enseño, y lo que enseño son los frutos de mi propio discernimiento, que salen de mi interior como las piñas salen del interior del pino. Lo que hizo a mi razón inclinarse ante su SEÑOR, al reconocerle como el Padre de todas las almas, fue el comprender que todo cuanto había logrado, sacándolo de mi interior, atribuyéndolo mi razón a mi propia inteligencia y a mi voluntad, no era obra de mi inteligencia, como no son las piñas, obras de la inteligencia del pino ni es obra de la inteligencia de la madre el fruto de su vientre ni es el huevo que pone la gallina un producto de su razón sino que todo ello es obra de su Portentosa Inteligencia que había ordenado todo dentro de mí, para que mi razón lo fuera descubriendo, dando sus propios pasos. Mi razón se inclinó, con su mayor humildad, ante la Suprema Perfección y la Suprema Voluntad que es Él, quien ha ordenado el desarrollo perfecto de cada Alma y quien ha ordenado la Perfección en cada semilla, para que sea la voluntad que obra en la semilla quien se descubra a sí misma, paso a paso, sacando de su interior sus propios frutos.
Mi razón, que no se había inclinado nunca ante nadie, se inclinó cuanto pudo, al chocarse con Él, sin necesidad de mediar palabra, desde entonces me inclino a menudo pero sólo ante la Verdad que es Él, estando Él en todas las cosas y estando todas las cosas en Él.
Es lo que descubriría una de las neuronas de tu cerebro, si por un instante chocara su pequeña conciencia con la gran conciencia que ocupa todo el cerebro, que eres tú. Comprendiendo en ese instante que su pequeño cuerpo, su función y su pequeña voluntad, son suyos y a la vez son parte integral de un cuerpo mayor con una función y una voluntad mayor.
El efecto de esta comprensión en la neurona equivale a comprender el ser humano que su cuerpo y su voluntad son propios y, a la vez, son de Dios.
Al comprender, en aquellos días de Semana Santa tras el incendio del TAO, que todo cuanto yo consideraba obra mía, que eran los frutos de mi voluntad, había sido ordenado previamente por Él, quedé sobrecogido ante un poder tan inconcebible para mi pobre razón de entonces, acostumbrada a vanagloriarse de sus pequeños logros, de las pequeñas obras de la voluntad, haciendo gala de escasa humildad. El instante que fue el choque con su VOLUNTAD, me sirvió para saber hasta dónde llegaba yo y donde empezaba Él, hasta donde llegaba mi voluntad y donde empezaba la SUYA, porque en verdad somos libres en Él con tan sólo descubrir quién somos nosotros. Al instante, la conciencia de mi alma, expandida con el Universo, regresó a los límites del pequeño espacio que es mi cuerpo, junto con mi pobre razón, para seguir descubriendo paso a paso en mis propios frutos su Suprema Voluntad; dando a cada paso un mayor entendimiento a mi razón, ya con actitud mucho más humilde, consciente de que la CAUSA de todo y de todos es Él y cada uno tenemos una tarea que cumplir, por propia voluntad, aún conociendo o sin conocer SU SUPREMA VOLUNTAD.
Reconocer a nuestro Padre Celestial me sirvió para reconocer también a mis propios hermanos en todas y cada una de las almas que forman la Humanidad y comprender que mi propia búsqueda, trazando el camino de la Libertad, debía beneficiar a todos mis hermanos antes que a mí. Estando ellos soñando con la seguridad, ignorantes de la Verdad Eterna que es nuestro Padre, sufriendo privaciones, dolores y muerte, porque viven representando una pobre imitación de sí mismos, sin preocuparse siquiera en saber quién son, sin profundizar en la verdad que son, sin alcanzar la realidad de sus propias almas, sin conocer ni sospechar la GRANDEZA que les guarda, la Verdadera Libertad. | |
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